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"Un Templo Sobrenatural, Un Encuentro Con Su Presencia... Se Parte Del Cambio."

Orar En Nombre De Cristo

Pidan, y se les dará

Estamos viendo y gustando cada vez más a fondo que Jesús es la imagen visible del Dios que es Amor y se desborda en un sinnúmero de gracias hacia nosotros. Cristo es el Mediador, que ha venido a hacernos justos y a colmarnos de los bienes de Dios. Con él lo tenemos todo. Pero el corazón humano es duro y le cuesta creer en la grandiosidad del Amor de Dios. Por eso Jesús se esfuerza no solamente con su vida, sino también con su palabra, para convencernos de que entreguemos nuestra confianza a Dios, sin límites, ni restricciones:

Pidan y se les dará;

busquen y encontrarán;

llamen a la puerta y les abrirán.

Porque el que busca, halla;

el que pide, recibe;

y al que llame a la puerta, le abrirán.

¿Quién de ustedes es capaz de darle una piedra a su hijo,

si les pide pan;

o una culebra, si les pide pescado?

Si ustedes, que son malos, dan cosas buenas a sus hijos,

con mayor razón el Padre que está en los cielos

dará cosas buenas al que se las pida.

(Mt 7: 7-11)

Jesús insiste repetidamente en esta idea. Recurre a diversas comparaciones caseras para convencernos de que el Padre está dispuesto a concedernos todo lo bueno que le pidamos, como el caso del amigo inoportuno (Lc. 11,5-13) o el del juez malvado (Lc 18,1-8).

Él promete que el Padre concederá cualquier cosa buena que le pidamos en su nombre:

Si se quedan en mí y mis palabras permanecen en ustedes, todo lo que deseen lo pedirán y se les concederá...

Todo lo que pidan al Padre en mi nombre, se lo dará.

(Jn 15:7. 16)

Por supuesto que no se trata de pedir cualquier capricho. Jesús quiere que le pidamos cosas importantes. En la cena de despedida se quejó de que hasta entonces no le habían pedido nada que valiera la pena:

Hasta ahora no han pedido nada invocando mi nombre.

Pidan y recibirán, y su gozo será completo.

(Jn 16,24)

Esta alegría completa que él quiere dar es la de vivir como él vivió en este mundo. Hacer lo que él hizo: entregarse sin límite a Dios en el servicio de los hermanos.

En verdad, el que cree en mí,

hará las mismas cosas que yo hago.

Y aun hará cosas mayores que éstas,

porque yo voy al Padre.

Y haré todas las cosas que ustedes pidan en mi nombre,

para que den gloria al Padre a través de su Hijo.

Si me piden algo, yo se lo daré.

(Jn 14:12-13)

La meta de nuestra oración debe ser imitar a Cristo, seguir sus huellas, ser otro Cristo viviente en la tierra; dejar actuar su Amor a través de nosotros. Todo lo demás son cosas por las que no hay que angustiarse, pues vendrán por añadidura, si sabemos poner en práctica la ley del Amor (Mt 6,34).

Yo les digo que si tuvieran fe como un granito de mostaza,

le dirían a este cerro:

quítate de ahí y ponte más allá, y el cerro obedecería.

Nada les sería imposible.

(Mt 17:19-21)

Ciertamente hay cerros enteros que remover en nuestro mundo. Hay dificultades muy serias que impiden caminar derecho hacia un mundo de hermanos. Se harían realidad cosas que aparecen imposibles, si tuviéramos fe en el Redentor. Fe en Cristo para derrotar el egoísmo personal de cada uno; fe en Cristo para derrotar también las estructuras opresoras que nos oprimen.

Debemos sacar de la oración todo el coraje necesario para vencer el miedo (Jn 14,27; 1 Jn 4,18) y comprometernos a favor de la justicia y la unidad, hasta derramar la sangre, si fuera necesario. Rezar para saber amar con el corazón de Cristo. Rezar para que se nos llene el corazón de esperanza. Rezar para saber sufrir con alegría, junto a Cristo, toda persecución que pueda venir a causa de nuestro compromiso por la justicia (Mt 5,11-12). Rezar para saber construir la unidad y la paz verdadera. Para que seamos cada vez más personas; para que el progreso esté al servicio de todos los hombres; para que cada uno sepa comprometerse con responsabilidad en el puesto que le corresponde. Para que venga el Reino de Dios y vivamos según la voluntad del Padre.

Señor, enséñanos a rezar

Con demasiada frecuencia pedimos a Dios cosas sin importancia. O, lo que es mucho pero, con fines egoístas. Ensanchemos el corazón y pidamos con confianza a Cristo cosas importantes. Nos falta fe en la oración. Pensamos que rezar es sólo para mujeres desocupadas o para niños. Y resulta que es una necesidad imperiosa para toda persona que quiera ser honrada en la vida. No se trata de nada blandengue o sentimental, sino de un encuentro personal con Cristo, que comunica su fortaleza y su Amor, y compromete para una tarea muy seria. Por eso tenemos que concluir diciendo que la mayoría de las personas no sabemos lo que es hacer oración, y, a semejanza de los apóstoles, nuestra primera petición debería ser:

Señor, enséñanos a hacer oración.

(Lc 11,2)

Enséñanos a rezar con confianza ciega en tu Amor, sabiendo que das según la medida de nuestra fe (Mt 9,29; 15,28; Lc 8,50). Juan el Evangelista decía:

Por él estamos plenamente seguros:

Si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos escuchará.

Y porque sabemos que él atiende a todo lo que le pedimos,

sabemos que poseemos todo lo que pedimos.

(1 Jn 5:14-15)

Enséñanos, Jesús, a rezar con sencillez, sabiendo lo cerca que está Dios de nosotros:

Cuando reces, entra en tu habitación, cierra la puerta

y reza a tu Padre que está en lo secreto,

y tu Padre, que ve en lo secreto, te premiará.

Cuando recen, no multipliquen las palabras, como hacen los paganos,

que piensan que los van a escuchar porque hablan mucho.

Ustedes no recen de ese modo,

porque antes que pidan, el Padre sabe lo que necesitan.

(Mt 6:6-8)

Enséñanos a rezar unidos:

Si dos de ustedes unen sus voces en la tierra

para pedir cualquier cosa,

estén seguros que mi Padre se la dará.

Pues donde hay dos o tres reunidos en mi nombre,

yo estoy ahí en medio de ellos.

(Mt 18:19-20)

Enséñanos, Jesús, a depositar en ti nuestras preocupaciones (1 Pe 5,7). A no vivir angustiados, en esta sociedad de consumo, por el problema de la comida, el vestido y el confort, como si ello fuera lo único necesario en la vida. Si buscamos tu Reino, sabemos que todo lo demás vendrá por sus propios pasos (Mt 6,25-33).

Ciertamente no sabemos rezar como es debido. Pero en una delicadeza más de su Amor, Jesús nos envía el Espíritu Santo para que él pida en lugar nuestro lo que nosotros no sabemos pedir:

El Espíritu nos viene a socorrer en nuestra debilidad;

porque no sabemos qué pedir, ni cómo pedir en nuestras oraciones.

Pero el propio Espíritu ruega por nosotros,

con gemidos y súplicas, que no se pueden expresar.

(Rom 8:26)

Terminemos esta parte sobre la oración, con la alabanza de Isabel a la Madre de Jesús por la fe que tuvo, que hizo posible preparar en su seno una cuna de amor para el propio Dios:

Feliz tú, que creíste,

porque sin duda se cumplirá lo que te prometió el Señor...

Bendita eres entre todas las mujeres

y bendito es el fruto de tu vientre.

(Lc 1,45.42).

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Producido y Creado por Erwin Villa Ossio

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